Para garantizar la aplicación de la ley, promover el acceso de todas y todos a la justicia y representar valores como la honestidad, austeridad y servicio al pueblo que deben tener los magistrados.
Hace más de 19 años, cuando comencé mi carrera en el Poder Judicial, jamás imaginé que los días en los que me enfrentaría a los desafíos de la justicia se tornarían tan trascendentales. Recuerdo claramente mis primeros días como Jueza en Materia Civil: cada expediente, cada audiencia, cada conflicto que llegaba a mi despacho, representaba una oportunidad para transformar la vida de las personas que acudían al sistema judicial en busca de respuestas. Desde ese momento, supe que ser parte del Poder Judicial no solo significaba resolver casos, sino formar parte de una estructura que debía ser la garantía de la paz social y la equidad.
Hoy, después de más de 19 años, mis experiencias me han enseñado que la justicia no es un concepto abstracto ni una serie de procedimientos que se siguen por inercia. La justicia es el puente que conecta los derechos de las personas con la realidad cotidiana, y eso es lo que realmente motiva mi postulación a la magistratura. La reforma judicial que se está implementando en el Estado de México representa, sin duda, un momento histórico. Una oportunidad para que el sistema judicial se renueve, para que se transforme y para que se acerque verdaderamente a las personas. Y esa transformación es la que quiero liderar.
Recuerdo un caso en particular que marcó mi carrera: una mujer que, tras años de sufrir violencia, finalmente pudo encontrar en el tribunal una oportunidad para salir de un ciclo de abuso. Esa historia, como tantas otras, me hizo comprender lo vital que es tener un sistema judicial accesible, humano y transparente. Las personas necesitan más que un veredicto; necesitan confiar en que su voz será escuchada, en que la justicia no solo está en las leyes, sino en cómo estas se aplican en la vida real.
Lo que me llevó a postularme para la magistratura no es solo la experiencia acumulada a lo largo de los años, sino la profunda convicción de que el sistema judicial del Estado de México puede y debe ser distinto. La reforma judicial que hoy tenemos en las manos no solo es un cambio de procedimientos, es una oportunidad para que todos los ciudadanos, sin importar su contexto o su historia, tengan acceso a una justicia pronta y transparente.
Con humildad, pero también con un profundo compromiso, creo que tengo la responsabilidad de contribuir a esta transformación, no desde una oficina lejana, sino desde el contacto cercano con la gente. Mi meta es que las reformas no solo sean palabras en un papel, sino un cambio real, palpable, que impacte en cada juicio, en cada proceso, y en la vida de quienes acuden al sistema judicial buscando justicia.
Mi experiencia como Jueza me ha permitido entender que la justicia no se trata solo de leyes y sentencias. La justicia se construye en la conexión con la gente, en la empatía con sus historias, y en el compromiso de garantizar que cada decisión tomada en el tribunal sea una que le devuelva la esperanza y la dignidad a quien más lo necesita. Quiero ser una Magistrada que transforme el sistema judicial del Estado de México en una plataforma que no solo cumpla con las leyes, sino que también sea un lugar donde cada persona sienta que su voz ha sido escuchada, que su problema ha sido entendido, y que la justicia ha sido impartida con equidad y humanidad.
Es por eso que me postulo hoy: para seguir aprendiendo, para seguir luchando, y para asegurarme que la justicia, como herramienta de transformación social, llegue a todos los mexiquenses.